PENSAMIENTO
NIÑOS DE LA CALLE: INHUMANA HUMANIDAD
Por Marcos Roitman Rosenmann
No perder nunca la capacidad de asombro es lo que confiere a la condición humana su máxima expresión de racionalidad. La ira es buena, si está definida como condición de estupor ante las injusticias.
Si por el
contrario, pierdo la capacidad de asombro, si interiorizo la imposibilidad de
lucha por la vida digna para todos es que estoy perdiendo mi condición humana.
Hoy, con
demasiada familiaridad nos sacuden acontecimientos cuya realidad habla de los
niños de la calle. Hablamos de niños cuyos sueños rotos son parte del moderno
mundo liberal que nos absorbe.
Aquí recuerdo la
carta de los niños indígenas al subcomandante Marcos, cuando señalaban que no
tenían historia, que no figuraban en los censos de población, que no existían
para el mundo. Esa carta les dio existencia. Sus cosas aparecen en la prensa
cuando son asesinados y quemados vivos. Maduran en la calle, en la vida misma.
Aquella vida que
nuestros padres nos ocultan por evitar despertarnos a la realidad inhumana. Nos
dejan vivir, somos niños de casa, de juegos, de escuela y de formación. No
compartimos nada con los niños de la calle. Tomar conciencia para transformar
esta canalla donde unos y otros se aprovechan porque los niños de la calle son
rentables y puedes ser útiles como prostitutas, como ladrones, como esclavos o
simplemente como objetos de usar y tirar. Incluso para ser expuestos como el
mal camino.
La pesadilla que
nadie desea vivir. Las infancias perdidas y los tiempos de dolor acompañan a
estos sobrevivientes del mundo globalizado. Y neoliberal. Se drogan, inhalan
productos químicos y tienen relaciones sexuales. Sólo se puede ser condescendiente
con la miseria y la desesperación. Ellos se han creado este mundo de vida de
cloacas. Qué prioridades pueden haber cuando la vida no se puede vivir con
dignidad.
Qué opciones políticas pueden decirse democráticas
cuando son cómplices de la muerte y se promueve la esclavitud infantil. Ahora
el problema debe transformarse en responsabilidad política cotidiana. Y en esto
quiero ser Honesto. Texto escrito con pasión y asombro, única manera de
decir verdad. Gracias por reavivar en mi conciencia y recordarme que fui un
niño privilegiado. Y quiero seguir siendo niño, no perder la esperanza y la
capacidad de asombrarme antes la injusticia y la miseria humana. Miseria humana
que tanto abunda en nuestros dirigentes y elites políticas.
Los niños de la
calle viven la miseria, pero tienen ese corazón de niño y esa imaginación
desbordante que los hace ver el mundo con optimismo. ¡Qué ironía! Ellos si
creen ser capaces de romper su destino impuestos por el neoliberalismo. Contra
ese social-conformismo.
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